Por XAVIER MOYA B.

La cuarentena y el aislamiento obligatorio ha sido una gran oportunidad para repensar en la educación y su verdadera esencia, es decir cambiar un poco el chip, tanto como docentes y como estudiantes.

Todos quienes están en primera línea luchando contra la pandemia, se han convertido en héroes y en este contexto de igual manera, los maestros y docentes no son la excepción, ya que todos estos profesionales se han visto a fuerza enfrentados al desafío de enseñar sin aulas, enseñar sin alumnos y dar afecto a la distancia, un reto no menor en esta emergencia.

Si bien es cierto, que las TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación) han llegado para quedarse de forma permanente en la educación, los contextos socioeconómicos de varios estudiantes nos muestran muchos problemas sociales como la desigualdad, la pobreza, lo que se ha hecho más visible en tiempos de pandemia.

En este contexto el sistema educativo a pedido a la academia que siga trabajando con aulas virtuales, para que los estudiantes continúen con su aprendizaje, tarea que obviamente recae en los directivos y docentes, que lo han trabajado muy bien, “Claro con tropiezos”, propios de la premura de implantar un sistema no trabajado nunca en varios contextos educativos en nuestro país.

Este es el reto a superar, elegir adecuadamente las herramientas virtuales y la plataforma más adecuada a nuestra realidad económica, social y tecnológica, que nos permita impartir nuestros conocimientos, con eficiencia y creatividad.

Por ello es muy importante el repensar en nuestras prácticas docentes, ya que tenemos la oportunidad de cambiar la educación tradicional que conocemos y reemplazarla por una más dinámica, participativa y eficaz durante y posterior a esta pandemia, que como positivo nos puede dejar una nueva forma de enseñar y aprender.